Al margen de la paz, deben estar. En el riachuelo burbujeando basura, para calentar la leche y hacerla sinfonia. Patada en el orto y a vivir.
Tosudos, en una jaula con rejas de oro, a escribir mientras la jaula se les derrite en el pecho que se calienta, y los loritos se convierten en simios temibles que quieren tener lo suyo. Las zapatillas se vuelven de carton al transpirar el alcohol que humedece la tela de primera marca que se seca con aire acondicionado. Las propagandas desaparecen y comienza la inseguridad absoluta, la moneda no vale nada, y las visceras salvajes se sumergen en otro ser similar, pero mas o menos fuerte. Con menos o mas ganas.
La vida en su esplendor, el hombre y su decision, sin amonestaciones, aprendiendo del desastre. Subido al cielo, o aferrado a la tierra.
Algunos subiran a la montaña, buscaran la paz. Y ya va a ser tarde, las santas escrituras estarán escritas sin idioma. En la virtualidad que alguna vez fue vida.
La casa del arbol es mundo. Empezar es lo divino.
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