El camino vivió siempre rodeado de cactus, pinchaban ocasionalmente, pero pinchaban con armas de fuego. Me caía y reaccionaba cuando ya no podía perder mas sangre, vidas despues.
Divisé un duende grotesco y lo supuse un espejismo más. Me acercaba y él tambien, despertandome entre paraliticas del clima, acomodando mi estetica cada vez menos sutíl, esperando aburrido los ruidos de la madrugada aburrida, pasada de rosca y labial.
El duende se arrojó a mi monton de carne, me limpió las certezas. Lo único que hice fue mirar su vida y sentí las nueces quebrandose en mi oído, el corazón pelotudo, la paciencia teniendo un orgasmo. El duende está más rico.
Subo tanto tanto, que ya voy llegando a su pantorrilla. Me abrazo y lo amo.
Su semilla me queda cerca de las plazas, es mi soberana locura. Es libertad en duende de forma.
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