Subido al sol miro las aguas y su trueno,
y hasta acaricio las pestañas de cemento que buscan el suicidio.
No están las caras mas secas, no está la gente, quizás.
Miro y no entiendo, el viaje es eterno... eterno.
Mis ojos se hicieron otros, se hicieron todos, y solo el brillo que no se vé en el suelo es mi presencia. Miro, también, las ruedas de los carros cocinando la grasa del puterío platudo, las madres durmiendome la calle de sus hijos, y el vino enfermo en las gargantas que no gritan poker.
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