El poeta febril del baño salta hacia la prisión,
pero acá no hay nadie mas que esta bolsa con la guitarra al revés,
pidiendo a gritos una sierra sin hielo.
Los codornices me quieren masticar, tragar y volverme silencio.
La odalisca se saca el corpiño y el vuelco del trago es inminente. También el amanecer lo es. Esto es nada de nada.
Ya cacarean esas tetas en el templo, donde las canillas se congelan.
Donde el semental del bidet se queda seco frente al espejo. Y eso era todo.
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